Que el hijo sea anterior al padre,
que salir primero que entrar,
que al día no siga la noche sino el resplandor
de un cielo más diurno que el alba,
que lo pequeño al acercarse se haga más pequeño,
como el dolor y la sublime tristeza de olvidar,
que en el fondo del cajón esté el aroma del nacimiento,
que la pared sea más transparente que la puerta
y la madera más vieja que la piedra,
que los objetos perdidos, mi padre y el zumbido
de su respiración den órbitas
en el aire de este desorden universal de mi cuarto encerrado,
que lo perdido sea anterior a lo hallado
y el beso anterior al amor.
viernes, 19 de junio de 2009
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